Página 199 - Galerias_pautas_2013

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ARTECÁMARA 2013 -
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mundo del arte que todo lo asimila y, con un mercado del arte respirándole
en la nuca, el resultado de tal cruce inexorablemente conduciría a un primer
momento de domesticación de las formas salvajes –si es que aún existen–.
Sin embargo, ¿no conlleva el arte una idea de resistencia a la domesticación y
a su consumo inmediato, en tanto que una de sus fortalezas es su capacidad de
proponer modelos no aplicables en el presente (pero quizás sí en el futuro)?
Los lugares frágiles
En el arte –y en particular en la producción joven, o eso se esperaría– existen
lugares frágiles. Los lugares frágiles son esas pequeñas brechas con predis-
posición a romperse bajo determinadas condiciones. No son necesariamente
los más innovadores, ni los más transgresores; generalmente, involucran
cierto grado de familiaridad que, en los mejores casos, será proporcional al
nivel de incertidumbre que generan. Estos lugares frágiles son incómodos,
no buscan agradar, pero tampoco necesariamente chocar. No son grandilo-
cuentes, pues los grandes gestos solo se reconocen en el consenso y, aun-
que una parte de su territorio es consensual, es precisamente allí donde
potencialmente se producirá el sutil desplazamiento que algún día obligará
a la revaluación de algunos de nuestros consensos. Los lugares frágiles son
poco visitados por el mercado, son por definición inestables y problemáti-
cos, aunque, a pesar de sí, en el futuro puedan generar los nuevos
trends
o
pasen a convertirse en hegemonías. Sin embargo, para bien o para mal, es allí
donde se puede producir una inversión o traslocación de las sensibilidades.
Es por esto que deben cultivarse, así no impliquen ruptura alguna, ni grande,
ni pequeña, pues su valor reside en su potencial y está proyectado al futuro:
los lugares frágiles son la promesa -aún por cumplirse- de nuevas formas de
experiencia sensible.
La noción de lugar frágil subyace a todos los trabajos presentes en la expo-
sición. Sin embargo, ésta no busca unidad temática ni está articulada por
una narrativa específica. No pretende crear una estructura lineal ni usar las
obras para demostrar un argumento específico. Por el contrario, la exposi-
ción quiere ser laberíntica, no llevar al espectador de la mano, sino invitarlo
a perderse, a establecer nuevas relaciones entre las obras cada vez que haga
un nuevo recorrido. Quiere funcionar como un laboratorio de pruebas donde
el espectador, lejos de poder confirmar sus certezas, obra tras obra y reco-
rrido tras recorrido, experimente nuevas dudas. La exposición no quiere ser
entendida, quiere exacerbar la incertidumbre y, de tal modo, facilitar las
condiciones para que las pequeñas brechas, presentes en los lugares frágiles
dejen de ser solo eso y desencadenen su potencial.